A
lo largo de la historia los cuidados y las atenciones a las
embarazadas han sido procurados por mujeres en un ambiente femenino.
Tradicionalmente
las embarazadas eran atendidas por una mujer experimentada y con
conocimientos adquiridos por trasmisión oral, de madre a hija o bien
de mujer a mujer, conocidas con el nombre de partera, la cual
se ponía al servicio de la mujer y del bebé.
Igualmente
la parturienta era acompañada por otras mujeres cercanas, de su
propia familia o amigas que le brindaban el apoyo emocional y
afectivo que necesitase para atravesar el parto.
Eran
estas mismas mujeres cercanas las que después del parto le ayudaban
en su recuperación, acompañándola y protegiéndola para poder
dedicarse al nuevo bebé.
Actualmente
las familias se gestan en núcleos cada vez mas pequeños, alejadas
de sostenes afectivos, de ayuda o referencia.
Las
mujeres hemos perdido el entorno femenino facilitador del parto y la
crianza, al mismo tiempo que este acto sexual tan íntimo y poderoso
para la mujer su entorno, ha sido trasladado al territorio de la
medicina y la tecnología, transformándolo en un trámite rápido y
limpio.
La
figura de la Doula surge como una necesidad de nuestra época frente
al vacío, el desconcierto, la frialdad o la soledad que muchas
mujeres viven en el embarazo, en el parto y/o el puerperio, y que
facilita con su presencia amorosa, protección y acompañamiento, la
trasformación tan significativa que es para la mujer el inicio de la
maternidad.